LA FALACIA DE QUE TODOS LOS CUERPOS SON BELLOS

  

“Todos los cuerpos son bonitos” ¿De verdad? ¿Todos? ¿Sin excepción alguna? Algo bonito es algo estético, por definición es algo agraciado, con proporción y belleza y eso no es algo que todos los cuerpos, sin excepción, lo cumplan. 

 

Nadie está diciendo que lo bello, lo bonito, tenga que ser una sola cosa, ni que sea lo que nos imponen y por supuesto que a todos nos tenga que gustar lo mismo, pero esto no va sobre gustos. 

Odio hablar sobre gustos porque se alude constantemente para zanjar una conversación al dichoso dicho (valga la redundancia) “sobre gustos no hay nada escrito” o “para gustos los colores” invalidando cualquier argumento anterior. “Para gustos los colores” le dijo el cliente al diseñador que estuvo estudiando durante años para conocer la psicología de los colores y que seleccionó la gama, el matiz, la saturación o la luminosidad. O eso de “No juzgues un libro por su portada” le dijo el lector al fotógrafo, ilustrador, director de arte y editor que se dedican exactamente a que puedas juzgar un libro por su portada. En fin, la hipocresía. 

No voy a hablar de gustos porque que algo le guste a alguien no lo hace más o menos bonito, partiendo del hecho de que se puede tener buen gusto y mal gusto. 

¿Por qué la belleza parece ser una cualidad que solamente se puede juzgar en función de los gustos, sobre todo si nos referimos a las personas? Son cualidades que se pueden medir en torno a unos valores clarísimos como la simetría o la armonía, simplemente si es agradable o no a la vista. Cosas que todos sabemos identificar si se trata de un jarrón, de un plato de macarrones o de una camisa hawaiana. Si un jarrón es espantoso la gran mayoría sabremos identificar que es una atrocidad, puede que a ti te guste por eso, de ahí viene toda la estética de lo trash o lo kitsch, pero si te gusta por eso es porque sabes identificar que efectivamente es una mierda o una horterada, pero ¿porque cuando hablamos de un cuerpo o una cara está tan mal decirlo?

Me hace mucha gracia cuando en uno de esos programas de televisión alguien se mete con el físico de otro y el colaborador moralista de turno dice: “ cualquier cosa menos meterse con el físico de alguien, eso es lo último” ¿Por qué te puedes meter con su nivel intelectual, con su vida sexual o incluso con su forma de vestir pero jamás con sus lorzas? ¡Ah! porque no sabes las circunstancias que le han llevado a estar así, diréis, y ¿acaso si sabes por qué una persona es así de inculta, por ejemplo? ¿Sí sabes las oportunidades que ha tenido para poder estudiar? 

El problema no está en pensar que un cuerpo o una cara es fea, el problema está en pensar que eso tiene una importancia vital. Le estás otorgando más importancia a la belleza que a la inteligencia, el sentido del humor o la bondad en el momento en el que ya no lo puedes juzgar de la misma manera. El problema no está en decir que un cuerpo o una cara es fea, el problema está en que decir eso es muchísimo más grave que decir que una persona es tonta o mala. 

Cuestión de superficialidad

Los superficiales son las personas que se encargan de gritar que todos los cuerpos son bellos cuando es evidente que no lo son, porque lo que están proclamando es que sí que importa que tengas o no un cuerpo bello, cuando lo que en realidad deberían decir es: eh, no pasa nada porque tengas un cuerpo o una cara fea, seguro que tienes otras cualidades igual de importantes.  

El problema no está es sacar a mujeres con estrías, el problema está en que tienes que decir que son bellas, que son manchas de tigresa, o llenarlas con purpurina para convertirlas en algo estético y bello. Porque si todavía siguieran siendo cicatrices que salen por engordar y adelgazar seguirían siendo antiestéticas, no bellas y por lo tanto no se podrían enseñar.  

¿Por qué esa mierda de frase de todos los cuerpos son bonitos?¿Acaso si todos los cuerpos son bonitos no quiere decir también que todos los cuerpos son feos? Tiene que haber cuerpos feos para que haya cuerpos bonitos, tiene que haber luz para que haya oscuridad. Quizá lo que hace falta es que dejemos de embellecer lo que no es bello y aprendamos a hablar de lo feo.